domingo, 23 de octubre de 2011

des/entrada

Levanto la cabeza. Quedo pensando. Nada. Verdaderamente nada. Tan solo, el absurdo por pensar ciertas cosas. Parece, son importantes. Qué será, digo, en el mismo momento en que mis ojos se quedan mirando un punto en el vacío. El origen. Padres de aquí, uno de cada lado, de cada clase, muertos hace tiempo, abuelos de más allá, uno de cada pueblo, bisabuelos a los que ni siquiera el rastro puede seguírseles. Tartarabuelos de los que ni el nombre conozco. ¿Lo originario? ¿Qué será? Supongo, quien más quien menos, estamos hechos de estos ires y venires, caníbales, antrofágicos, vanguardistas posmodernos. Tratando de acomodarnos al sol cuando hace frío, a la sombra cuando el calor derrite. Una pobre gente. Eso somos. No más. De aquí para allá, corridos por los fanáticos, los que están seguros, los que saben lo que necesitamos, lo que pensamos y hasta lo que no queremos ni nos gusta. Ellos saben todo. Nosotros deambulamos. Hace tanto tiempo! Tantas generaciones! Una inmensa mayoría. Nada queremos en verdad. Posiblemente la única consigna que nos organiza sea la de la huida. No sabemos dónde. Cuándo. Cómo. Allá vamos. Seguimos viviendo. Tratamos de sobrevivir. Sin demasiado a qué tomarnos. Alguna canción. Un libro. Un amor. Seguimos. Andando. A lo sumo, a lo mejor, nos detenemos un rato a mirar el mar o ver pasar las nubes, algún color en la montaña. Nos aturdimos, irresponsables, en alguna ciudad a contrapelo. La que nos toque.